
MUSICA, SANACION Y ESPIRITUALIDAD
ESPIRITUALIDAD
Sara Veneros
MÚSICA, SANACIÓN Y ESPIRITUALIDAD
Por Sara Veneros. Titulada en guitarra clásica por el conservatorio superior de música, cantautora, terapeuta, actriz, vocal/académica de la Academia Española de la Espiritualidad.
La música enciende corazones, envilece al guerrero, sana las heridas, conecta lo inconectable y eleva el alma. La música es un concepto muy amplio que abarca otros elementos como el ritmo, la melodía y la armonía. Si hablamos de música tenemos que hablar de sonido y todas sus cualidades como el tono, la intensidad y el timbre. Todos estos elementos están presentes en nuestra vida desde antes de nacer, cuando el pulso de la madre golpea amorosamente al futuro bebé. La vibración que genera un instrumento (como la voz) hace que, por simpatía, nuestros órganos internos vibren en esa frecuencia ayudándonos a generar un estado más armónico.
El investigador ruso Peter Gariaev demostró que el sonido y la luz pueden impactar sobre nuestro material genético, tanto con sonidos–palabras como con intenciones-pensamiento. Los sonidos pueden modificar los campos bioenergéticos humanos y, a su vez, pueden afectar la anatomía y fisiología del cuerpo. Peter Gariaev y Vladimir Poponin desarrollaron matrices sonoras para restaurar la salud. Otras investigaciones como las del instituto HertMach de California demuestran que para reestablecer el sistema de bioenergía es necesario acceder a la fuente del funcionamiento de nuestro código genético, al que podemos acceder empleando el sonido e intenciones especiales. Cabe mencionar aquí las famosas investigaciones de Masaru Emoto que delatan como determinados sonidos e intenciones pueden modificar el agua. Según las investigaciones de Emoto si exponemos el agua a sonidos armónicos ésta cristalizará de una manera armoniosa, generando formas equilibradas y agradables y si lo exponemos a sonidos y palabras mal sonantes las moléculas de agua se desconfiguran generando formas y figuras desagradables. La neurocientífica Nina Kraus demuestra en sus estudios que el practicar y escuchar música rejuvenece determinadas zonas del cerebro. Fabien Maman ha hecho un trabajo muy completo e interesante exponiendo a células a determinados sonidos y fotografiándolas en la cámara Killian mostrando los efectos sanadores de éstos.
En mis últimas investigaciones acerca de la vibración, he observado que el cantar durante siete minutos las notas de la escala cromática ascendente con afinación a 432 Hz con las vocales “a” y “o” se armonizan y equilibran los chakras. En mis sesiones de terapia con la voz, cuando mis alumnos cantan y escuchan la canción que dedican a su padre, madre o a su propio niño interior, brotan emociones inmediatamente generando un espacio para la sanación de traumas relacionados con ellos.
Las canciones son un puente directo al inconsciente: solo el hecho de escuchar música genera cambios en el cerebro y al escuchar canciones conocidas conectamos con recuerdos y emociones. Por otro lado, las letras portan una información valiosísima y destapan lo que hay detrás haciendo consciente el inconsciente. El hecho de cantar en grupo canciones establece vínculos y sana. Está claro que la música es un lenguaje universal que une, conecta y alegra el cuerpo y el alma.
Me gustaría centrarme ahora en la música desde un punto de vista más metafísico y de su conexión con nuestro alma o espíritu (cada corriente espiritual lo llama de una manera, yo me refiero a nuestra parte divina, a nuestra esencia más pura). Determinadas músicas nos conectan con partes nuestras más elevadas, más cercanas a lo que somos en realidad. No hay nada como escuchar un aria de Bach para sentir como esas notas divinamente entrelazadas penetran en nuestros campos y generan puentes hacia lo inconmensurable, hacia lo divino.
La experiencia musical es la que más nos acerca a nuestra verdadera esencia (o nos aleja de ella si escuchamos músicas que tienen esa intención), nos recuerda de dónde venimos y a dónde vamos. Todas las corrientes espirituales hablan de los efectos de la música y la emplean en sus ritos, desde el budismo, al hinduismo, el cristianismo, el islamismo, el judaísmo, el chamanismo, etc. Ya desde la antigüedad se sabía de su poder; los otomanos empleaban la música en los hospitales y la misma se utilizaba en las prácticas pitagóricas para sanar. Si nos vamos a Japón nos encontramos con el Kotodama que es una corriente filosófica que afirma que en las palabras y en los nombres reside el espíritu de éstas y eso proporciona poderes místicos. Las palabras crean realidades ya que el Logos está compuesto por cincuenta sonidos y cada uno de ellos construyen el universo. El maestro Sensei Nacazono afirmaba que la palabra sincronizada con el exterior y el interior disminuirá la distancia entre el espíritu y la materia. Por otro lado, el entonar la sílaba om genera calma inmediatamente a quien la produce y la escucha; para las religiones dhármicas es un sagrado mantra y es considerado el primer sonido.
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