
EL ESPIRITU Y SERES HUMANOS ESPIRITUALES.
Mi experiencia de la totalidad, de lo que hay al otro lado de la frontera con la vida, de nuestra multidimensionalidad, de la existencia y de la no existencia, es innegable y absoluta.
ESPIRITUALIDAD
Jenia Dávila


EL ESPÍRITU Y SERES HUMANOS ESPIRITUALES.
Por Jenia Dávila. Socióloga, chamana, experta en transformación personal, secretaria general de la Academia Española de la Espiritualidad.
Si lo tuviera que resumir en una sola palabra, diría: vida. La vida como la constante presente en todas las cosas, la vida como flujo, como una corriente que conecta todo, como chispa divina indestructible, inmutable, permanente... ¿Y acaso no es eso el espíritu? ¿No es eso, la conciencia unificada de eso, a lo que llamamos Dios? ¿Y no somos nosotros sus fragmentos? las ánimas o almas, esa parte de lo divino, Inmaterial o Inmanifiesto, que encarna en la materia…
Desde niña he sido muy espiritual, obviamente sin conciencia de serlo o de lo que eso significaba realmente, hasta una edad en la que el conjunto de mis experiencias transpersonales tuvo una definición, un nombre. Me atraía la religión, los temas espirituales y tenía gran curiosidad por lo oculto, lo esotérico y lo misterioso. Hasta el punto de haber llegado a sentir una clara vocación religiosa al comienzo de mi adolescencia. Siempre me sentí llamada por una voz. Una voz me llamaba de más allá, más allá de mí, incluso más allá de Dios mismo.
Recuerdo tener sueños conscientes, lúcidos y premonitorios cuando aún no iba a la escuela. Sueños que aún los visualizo con total nitidez. Al igual que no olvido ningún detalle de todas mis experiencias extracorporales y sensoriales, místicas y trascendentales, que me hicieron emprender un camino de búsqueda de respuestas y claridad, acerca de todo lo que experimentaba, acerca de quién soy y por qué o para qué estoy aquí.
En mi mente no existía dicotomía alguna entre ser y no ser espiritual, ni duda de serlo. Al margen de haber sido educada en un seno religioso, yo tenía unas experiencias que para nada se daban en el plano del consciente y de las que, sin embargo, lo era plenamente. Experiencias que nada ni nadie me explicaba. Lo que quiero decir con todo esto, es que para mí no había lugar a dudas, de que existen otros mundos, estén o no en este, y que somos mucho más que materia.
Todos somos seres espirituales. Los que nos hacemos preguntas existenciales y trascendentes, como los que no se las hacen jamás en la vida. Puede que sea una cuestión de consciencia o de conciencia que algunas personas seamos seres sabedores de nuestra trascendencia, que la busquemos e indaguemos acerca de ella, que seamos capaces de entender y saber de manera profunda y cierta qué somos o de dónde venimos. Es decir, puede que sea una cuestión de nuestra configuración personal e individual el estar conectados o no con esa sabiduría interior, con la intuición y con otras dimensiones de nosotros mismos. Con esa Espíritu-Sofía, que nos dice qué somos realmente y nos abre a una inmensidad de respuestas ante la vida. O simplemente, puede que algunas personas encontremos estas respuestas porque sí las buscamos y, claramente, el que busca encuentra. De lo que no tengo lugar a dudas es de las respuestas halladas en ese viaje de indagación y autoprospección. Siento y sé que todos venimos del mismo “lugar”, de la misma fuente, y somos una misma cosa, y digo “cosa”, porque lo que verdaderamente somos, como el TAO, es innombrable. Como dice el Tao Te King, El Tao que se puede nombrar no es Tao, algo similar pasa con nosotros. Somos Tao.
Mi experiencia de la totalidad, de lo que hay al otro lado de la frontera con la vida, de nuestra multidimensionalidad, de la existencia y de la no existencia, es innegable y absoluta.
La realidad es que hay muchas situaciones, experiencias o vivencias en nuestro recorrido como seres humanos, que nos conectan con partes intangibles de nosotros mismos. Las propias emociones, los sentimientos, incluso los pensamientos son ejemplos de ello. El fluir de nuestras relaciones y múltiples situaciones que se dan y que a veces están fuera de toda lógica racional. Recuerdo preguntar en mis charlas cuántas personas habían tenido experiencias que no sabían explicar o ubicar, extrasensoriales, intuitivas o, incluso paranormales. El 90 % de los asistentes levantaba la mano. Así que, es bastante incomprensible que vivamos en un mundo tan materialista y en apariencia es poco espiritual.
Ahora mismo con el desarrollo de las neurociencias parece que estamos descubriendo aspectos de la psique, del comportamiento humano, del cuerpo, etc., que, sin embargo, para muchos de nosotros obedecen al carácter simbólico de la mente, al plano de lo sutil, la espiritualidad, y a muchos saberes que se encuentran en el budismo, la filosofía, y en el conocimiento o la sabiduría de muchas sociedades antiguas. Conocimientos y sabiduría a los que podemos llegar desde el cultivo del espíritu y la intuición. Es por ello por lo que la meditación está en la base de todo camino espiritual y de autoconocimiento. La meditación es un camino de sabiduría, una autopista de información, entre este y el otro lado. Entre este y todos los mundos. Un camino de comprensión e integración, de descubrimiento. Un camino que nos puede llevar a muchos otros.
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